Cuando asociamos el deporte al bienestar emocional solemos hacer referencia al efecto hormonal. El deporte nos da una sensación de placer y nos relaja, entre otros motivos porque activa las llamadas “hormonas de la felicidad”. Así, está demostrado que activa la segregación de dopamina, serotonina y endorfinas, responsables de la sensación de bienestar. Es un efecto inmediato, que percibimos inmediatamente tras realizar deporte. Pero durante años muchos expertos se han planteado si el deporte puede servir también como tratamiento para la depresión.
La depresión es un trastorno mental frecuente. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y constituye la principal causa mundial de discapacidad. Además, la depresión grave puede conducir al suicidio. Según los datos de la OMS, 800.000 personas se suicidan cada año, y el suicidio es la segunda causa de muerte entre los 15 y los 29 años.
Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de quienes la sufren no tienen acceso a ellos. Los tratamientos psicológicos o los medicamentos antidepresivos pueden ser eficaces, pero faltan recursos y personal capacitado. Además, la depresión estigmatiza y a veces es difícil de diagnosticar. ¿Y si tuviésemos a mano una solución saludable, sin contraindicaciones y barata?
Deporte frente a la depresión: “La primera vía”
“El deporte (sin caer en el sobreentrenamiento) es una solución para mitigar la depresión. Para mí es la primera vía, en niños y personas adultas”, señala Palma Gallego, psicóloga deportiva. “Lo primero que hago es preguntar a las madres si sus hijos practican deporte”, cuenta.
No se trata solo de que genere las “hormonas de la felicidad”. También proporciona beneficios sociales y de autoestima. “Relacionarte con los demás, tener la satisfacción de bajar de peso, conseguir unas marcas, verte un poquito mejor… Todo eso influye”, explica la especialista.